El
protagonista de esta novela de política ficción es François, un profesor de la
Universidad de Paris III-Sorbona. Allí imparte, sin demasiado entusiasmo,
clases de literatura y es que François es especialista en Joris-Karl Huysmans,
un escritor naturalista del siglo XIX (autor de Al revés) que, además de ser
para él un referente vital, también fue el objeto central de su tesis, un
trabajo académico importante y sobresaliente que le reportó prestigio
internacional y encaminó su carrera profesional como docente.
Sin embargo, esa brillantez intelectual se ha estancado y es que François no es un hombre ambicioso, es más bien un tipo apático, conformista, desmotivado e incluso en decadencia, al igual que la sociedad occidental a la que pertenece.
Sin embargo, esa brillantez intelectual se ha estancado y es que François no es un hombre ambicioso, es más bien un tipo apático, conformista, desmotivado e incluso en decadencia, al igual que la sociedad occidental a la que pertenece.
La
novela arranca en la Francia del año 2022 a escasos días de iniciarse la
primera vuelta de las nuevas elecciones presidenciales. François no es un
hombre especialmente interesado en la política, pero esta vez le prestará
atención a unos comicios que se anuncian sorprendentes. A través de su
narración conoceremos la situación política y social que atraviesa su país.
La
Francia de esos días vive aún la resaca de la crisis que ha azotado a Europa y
empieza a ser testigo de episodios violentos y es que esa larga crisis, además
de importantes secuelas sociales, ha tenido consecuencias políticas. Los
partidos que hasta el momento se disputaban la alternancia política; la derecha
tradicional y el partido socialista, están en franco declive. Ambos, que
parecen vivir alejados de la realidad del país, han perdido fuelle y apoyos. Se
ha producido una polarización extrema en la política francesa, muchos votantes
del centro-derecha se han decantado hacia el Frente Nacional – que cobija al
movimiento de tintes fascistas de los identitarios- dirigido por una Marine Le Pen que se erige
como la salvadora de los valores nacionales franceses (Houellebecq se pregunta
qué valores son esos). Por el contrario, antiguos votantes del Partido
Socialista han girado más a la izquierda y miran sin recelo al nuevo y
carismático líder; Mohammed Ben Abbes y a su partido islamista modero de la
Hermandad Musulmana.
La
primera vuelta, tal como algunos analistas predijeron, deja a los socialistas y
al centroderecha fuera de la lucha por la presidencia y coloca a las
formaciones más extremistas en primera línea. Los disturbios y enfrentamientos
entre jóvenes pertenecientes a ambos bandos siembran las calles de temor,
aunque no pueden evitar que la segunda vuelta se produzca. La victoria será
para la Hermandad Musulmana que ha recibido el apoyo de los socialistas en un
intento de estos por conservar algunas áreas de poder.
La
victoria del Partido islamista en una nación tan protagonista en Europa como la
francesa no es una idea tan descabellada para François ya que él mismo es
testigo de la miseria que se ha extendido en el país y también de la nueva
demografía europea. Houellebecq inserta aquí una crítica – o un aviso- a la
socialdemocracia que está llevando a Europa al suicidio. El argumento es claro:
la llegada de los inmigrantes a Francia como resultado de las políticas
económicas capitalistas no ha hecho más que aumentar. Estos colectivos
presentan una tasa de natalidad superior a la de los franceses – aunque esta
sea de las más altas de Europa- por lo que los autóctonos estarán condenados a
la extinción. El laicismo ilustrado aparece aquí como el enemigo de la familia,
la célula central de la sociedad que Ben Abbes y el islam político quieren
volver a imponer. Es la comunidad, el grupo y la tradición frente al
individualismo y el desmembramiento de las relaciones humanas que la
socialdemocracia ha favorecido.
Nuestro
protagonista es un ejemplo perfecto de ese individualismo y de la pérdida de
entusiasmo que parece asolar a nuestra sociedad. El término anomia le viene a
François como anillo al dedo. No podemos decir que vive, solo que sobrevive,
que se deja llevar, que ni siente ni padece (la muerte de sus padres es un puro
trámite administrativo para él) y hace gala de una frialdad que resulta incluso
incómoda. Hasta sus relaciones sexuales han abdicado del placer y la pasión,
parece sexo robótico (creo que el término que utilizaré será sexo
anatómico-forense: anatómico porque hay cuerpos y forense porque parecen
muertos). La indiferencia hacia sus congéneres y sus escasas e insatisfactorias
relaciones sociales le han sumido en una soledad cronificada. Sus amoríos,
breves, nunca han sido intensos, tan solo Myriam, una alumna de segundo año
parece haberle calado. Sin embargo, la joven y su familia judía decidirán
marcharse del país tan pronto Ben Abbes llegue al poder por miedo a represalias
religiosas.
El
cambio en el gobierno no parece afectar en demasía – al menos en un primer
momento- a la forma de vida de los franceses, aunque ciertos cambios estéticos
– que si parece advertir el machista François- se producen, especialmente en
las mujeres (a mi entender las peor paradas en esta obra de Houellebecq). Los
pañuelos y la ropa ancha sustituyen a las minifaldas y los escotes, algunas tiendas
pierden demanda y clientela y los servicios públicos se deterioran
notablemente, todo ello sucede sin que nadie proteste embelesado por un líder
que a menudo es comparado con el emperador Augusto.
Sin
embargo, se produce un cambio que si afecta de lleno a nuestro protagonista; no
podrá ejercer la docencia hasta que abrace el islam. Es una condición sine qua non impuesta por el gobierno que ha
luchado en los pactos iniciales con los socialistas por el control de la
cartera de educación porque como bien sabe Ben Abbes: “quién controla a los
niños controla el mundo”.
Algunos de sus colegas se han convertido y
disfrutan de un generoso sueldo – los petrodólares de las monarquías árabes
ayudan a Ben Abbes-, y de una vida conyugal que fomenta la poligamia. Por el
contrario, el ateo François, se encuentra aún más solo, jubilado en la
cuarentena – aunque con una buena pensión-, abandonado por Myriam y abocado a
la autodestrucción, la prostitución, los excesos y el aburrimiento. Es el
momento de cambiar, de salir, de buscar una solución, de poner algún obstáculo
que desvíe la trayectoria que François ha emprendido hacia el suicidio (al
igual que nuestra sociedad). Copiando a
Huysmans, su referente, decide retirarse un tiempo a un convento para encontrar
la fe o la esperanza o la paz. El fracaso del retiro deja a François más cerca
de la sumisión.
El
mismo autor nos revela su intención en una entrevista: “ la construcción de
este libro es bastante simple: pongo en escena a este personaje y
progresivamente le quito todo. Empiezo por lo más grave, le quito el amor.
Después, y ya es menos importante, le quito a sus padres. Después, en esa
escena en la iglesia de Rocamadour, le quito la posibilidad de creer en Dios. Y
para terminar le quito su relación con Huysmans, que califico como la más
antigua de su vida—no le queda más remedio que convertirse.”
Sí,
François una vez más se dejará llevar, porque es lo fácil, porque es lo
práctico y porque como hombre es lo mejor, porque necesita algo en lo que
creer, una ilusión, una segunda oportunidad de ser feliz. ¿Quién puede
recriminárselo? Houellebecq ha creado a
un personaje que practica la religión preferida por Occidente: el pragmatismo.
La sociedad contemporánea ha sumido a nuestro hombre en la soledad del
individualismo, a la superficialidad en las relaciones, al desmembramiento de
la familia, lo ha dejado como un náufrago en medio del océano sin un flotador
al que agarrarse y sin ningún faro que le guie, es evidente que en tales
circunstancias un tronco que abrazan muchos le parezca una tabla de salvación.
El
autor, Michel Houellebecq (el seudónimo de Michel Thomas) es poeta, novelista y
un polémico ensayista. Sus declaraciones, poco amigas de lo políticamente
correcto, y también algunos de sus argumentos literarios le han supuesto
ataques, descalificaciones, amenazas de muerte e incluso un juicio en París por
incitar al odio racial e injurias al islam, cargos de los que fue absuelto. Sin duda un personaje extraño, con una vida
personal marcada por el abandono de sus padres en su infancia, que refleja en
sus obras y en sus protagonistas la decadencia de la clase media europea como
pocos.
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