
“La esperanza es una
abyección inventada por Lucifer para que los hombres acepten su condición con
paciencia”, esa frase
derrotista se ha convertido en el mantra de un hombre hundido; Alain Delambre,
cuatro años en el paro y ya no tiene perspectivas de colocarse en un puesto
acorde a su dilatada experiencia. Lo único que han podido encontrarle en la
oficina de empleo es un aburrido minijob al que acude a las cinco de la mañana,
puntual y dispuesto, para soportar las humillaciones que su encargado turco le
infringe. Cuatro penosos años en los que no ha dejado de luchar por volver a “pertenecer”
a una empresa, mientras convivía con los estragos personales que un paro de
larga duración lleva intrínseco. Delambre ha experimentado diferentes estados
de ánimo; la incredulidad, la culpa, la injusticia y, finalmente; la cólera.
Así está ahora, enfadado y lleno de ira:
“Solo falta que encima piense en los años que me esperan, en el porcentaje de cotización que a
voy a perder, en la bajada de mi pensión, en el abatimiento que a veces nos inunda a Nicole y a mí.
No debo darle vueltas a todo eso porque, a pesar de mi ciática, se me pon un humor de terrorista.”
Por eso cuando recibe la noticia de que ha entrado en el proceso de
selección para optar a un puesto de asistente de Recursos Humanos – su
especialidad laboral- en una gran empresa no lo duda, hará lo que sea
necesario, aunque para prepararse tenga que mentir a su mujer, partirle la cara
a su yerno, o robar a su hija. No es momento para remilgos, aunque la selección
del candidato pase por participar y dirigir una simulación de toma de rehenes
con el propósito de evaluar la sangre fría y la lealtad de los directivos de
una gran multinacional.
La primera parte de la historia empieza aquí, es el ANTES del evento, es el Delambre profesional que se prepara para
ser el mejor, el que lo sacrifica todo para obtener ventaja, porque todo vale
en este sistema perverso e implacable.

El autor no deja de sorprendernos. Dosifica la intriga página a página
mientras asistimos al hundimiento familiar, y también moral, de un hombre
desesperado que insiste en apostarlo todo por conseguir ese puesto, a pesar del
enfado de su mujer que prefiere mantener una postura ética. Sí, nos ha quedado
claro; somos capaces de cualquier cosa si las circunstancias apremian. Aunque
no puedo dejar de mencionar que de la novela emana cierta moralina al leerse
entre líneas que ciertas cosas que ni el dinero ni condición social pueden
conseguir.
En este punto me ha venido a la memoria Walter White, el protagonista de la
serie estadounidense Breaking Bad, el aburrido
profesor de química que al recibir la noticia de una enfermedad terminal decide
ponerse a cocinar y vender metanfetamina para pagarse el tratamiento y asegurar
el futuro de su familia. Ambos son
hombres normales, ya maduros, que siempre han respetado las reglas y que no han
podido esquivar la mala suerte. Ambos se ven impelidos a actuar, pero aquí
acaba el parecido, porque si bien comparten objetivos: el bienestar de su
familia, White, el profesor de instituto, se transforma y disfruta y Delambre ni
una cosa ni la otra.
Leer completa en abrirunlibro.com
Leer completa en abrirunlibro.com
Comentarios
Publicar un comentario