
Respetar la última voluntad del
padre de ser enterrado en el pueblo donde nació, obliga a Daniel a iniciar un
viaje que será también sentimental. Sentado en un coche fúnebre conducido por
Jairo, el chófer ecuatoriano de la funeraria, y con el cuerpo de su padre en la
parte trasera, se dispone a repasar lo
que ha sido su vida hasta el momento. El trayecto hasta el pueblo situado en la
comarca histórica de Tierra de Campos, en
el norte de Castilla, son recuerdos que discurren a través de largos campos de
trigo y de cebada, kilómetros y kilómetros de tierra que simbolizan el hogar,
el pasado, las raíces ancladas y bien ancladas del padre del protagonista.
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