Hace unos pocos días la
Editorial Acantilado publicaba “Clarissa”, la novela tardía del escritor vienés
Stefan Zweig. La obra, aparentemente, es una simple historia de amor , truncada
por el estallido de la Gran Guerra, entre Clarissa, una joven austríaca de poco
más de veinte años y Léonard, un profesor francés, mayor que ella. Sin embargo,
“Clarissa” es algo más, es una novela que refleja el espíritu de una época y
que condensa, en apenas doscientas páginas, algunos de los ideales humanistas
de un europeísta convencido como era Stefan Zweig.
Clarissa solo tiene ocho años cuando su padre, un alto mando del ejército austriaco, viudo y dedicado por completo a su carrera militar, la interna en el colegio de un convento cerca de Viena. Allí permanecerá hasta los dieciocho, sin hacer grandes amistades, observando sin apenas participar en las confidencias de las otras chicas, porque Clarissa, aunque tiene un carácter amable, se muestra distante debido a su timidez. Así transcurren diez años, sumida en una cómoda rutina. Es la primera década del siglo XX y nada le hacía presagiar que su mundo, seguro y previsible, estaba a punto de explotar.
Cuando sale del convento Clarissa se verá obligada a tomar decisiones por si misma. Su padre, un convencido patriota, será forzado a dimitir y a abandonar el ejército. Sus advertencias sobre la debilidad del Imperio Austriaco ante una posible guerra no fueron bien recibidas, y la vergüenza y la decepción le empujan a dejar Viena. Leemos la primera crítica de Zweig en boca del hermano de nuestra protagonista; Eduardo, un joven que ha ingresado en la academia miliar y que ya se ha percatado de que: "En el ejército, la gente que no tiene pelos en la lengua no es muy apreciada. A ellos no les importa que seas competente, solo cuenta que sepas tejer intrigas y obedecer sin chistar."
Pero Clarissa no está acostumbrada a disponer de su vida, siempre le han dicho lo que tiene que hacer, es una mujer educada bajo la estricta moralidad de la época, una época que el autor nos muestra a través de diálogos sencillos y su característico estilo, elegante, delicado y directo. Así nos adentramos en la atmósfera de un mundo machista y clasista que considera la ambición en la mujer poco menos que un pecado, en una época que relaciona el honor de la familia con la sexualidad de sus hijas, en un contexto difícil para una mujer que se enamora y se embaraza de un hombre que no es su marido y que para mayor complicación es un extranjero y un enemigo cuando empiece la guerra.
Ese es el drama de una Clarissa, que por primer vez se siente libre - y protagonista- al conocer a Léonard en Suiza. Aún no ha estallado el conflicto, pero el mundo empieza a cambiar, aparecen nuevos intelectuales, nuevas terapias - es el momento álgido de Freud y el psicoanálisis-, y nuevas ideas políticas que cogen fuerza. El socialismo lo encarna Léonard, un profesor francés convencido del poder de las masas, un humanista que lamenta la falta de unión del pueblo: "Los ambiciosos de este mundo están unidos, se estimulan unos a otros. Los empresarios tienen sus preocupaciones; los profesores sus congresos. Solo la gente pequeña, los silenciosos, los carentes de ambición no están unidos, y esa es la desgracia del mundo en el que vivimos."
Clarissa solo tiene ocho años cuando su padre, un alto mando del ejército austriaco, viudo y dedicado por completo a su carrera militar, la interna en el colegio de un convento cerca de Viena. Allí permanecerá hasta los dieciocho, sin hacer grandes amistades, observando sin apenas participar en las confidencias de las otras chicas, porque Clarissa, aunque tiene un carácter amable, se muestra distante debido a su timidez. Así transcurren diez años, sumida en una cómoda rutina. Es la primera década del siglo XX y nada le hacía presagiar que su mundo, seguro y previsible, estaba a punto de explotar.
Cuando sale del convento Clarissa se verá obligada a tomar decisiones por si misma. Su padre, un convencido patriota, será forzado a dimitir y a abandonar el ejército. Sus advertencias sobre la debilidad del Imperio Austriaco ante una posible guerra no fueron bien recibidas, y la vergüenza y la decepción le empujan a dejar Viena. Leemos la primera crítica de Zweig en boca del hermano de nuestra protagonista; Eduardo, un joven que ha ingresado en la academia miliar y que ya se ha percatado de que: "En el ejército, la gente que no tiene pelos en la lengua no es muy apreciada. A ellos no les importa que seas competente, solo cuenta que sepas tejer intrigas y obedecer sin chistar."
Pero Clarissa no está acostumbrada a disponer de su vida, siempre le han dicho lo que tiene que hacer, es una mujer educada bajo la estricta moralidad de la época, una época que el autor nos muestra a través de diálogos sencillos y su característico estilo, elegante, delicado y directo. Así nos adentramos en la atmósfera de un mundo machista y clasista que considera la ambición en la mujer poco menos que un pecado, en una época que relaciona el honor de la familia con la sexualidad de sus hijas, en un contexto difícil para una mujer que se enamora y se embaraza de un hombre que no es su marido y que para mayor complicación es un extranjero y un enemigo cuando empiece la guerra.
Ese es el drama de una Clarissa, que por primer vez se siente libre - y protagonista- al conocer a Léonard en Suiza. Aún no ha estallado el conflicto, pero el mundo empieza a cambiar, aparecen nuevos intelectuales, nuevas terapias - es el momento álgido de Freud y el psicoanálisis-, y nuevas ideas políticas que cogen fuerza. El socialismo lo encarna Léonard, un profesor francés convencido del poder de las masas, un humanista que lamenta la falta de unión del pueblo: "Los ambiciosos de este mundo están unidos, se estimulan unos a otros. Los empresarios tienen sus preocupaciones; los profesores sus congresos. Solo la gente pequeña, los silenciosos, los carentes de ambición no están unidos, y esa es la desgracia del mundo en el que vivimos."
Clarissa y Léonard apenas han empezado a quererse cuando el conflicto estalla, el archiduque Francisco Fernando, el heredero al trono del imperio Austro Húngaro es asesinado en Sarajevo. Ese acto desencadenará el horror y también la separación de la pareja, que se siente obligada a volver a su país y cumplir con el deber impuesto. Es entonces cuando Zweig, testigo por dos veces de las guerras fratricidas entre los europeos arremete contra los nacionalismos:
“El nacionalismo lo corrompe todo. Es el mal que coloca una única patria por encima de todas las demás. Nos involucramos de lleno en las necedades que comenten nuestras naciones”. En el patriotismo. ¿De qué nos sirve ser honrados y bienintencionados si encima de nosotros hay un puñado de personas que no quieren serlo!”
Educada en un profundo sentido del deber, nuestra protagonista se enrola como enfermera en un hospital de campaña, allí verá la guerra por sí misma, sin caretas y sin los eufemismos que utilizan para contarla aquellos que las instigan. Y es allí, rodeada de muerte, sola y asustada, donde descubre que está embarazada. Aquí empieza una nueva historia, la de una Clarissa valiente que remueve cielo y tierra para tratar de encontrar una solución a una situación que significaría una deshonra para su familia, y es que resulta increíble que en medio de un mundo que se desmonta sigan tan anclados los viejos dictados morales.
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