La última novela
del escritor barcelonés no tiene como protagonista a su culto inspector
Heródoto Corominas, aunque podríamos encontrar algunas similitudes, ni
transcurre en las imaginarias calles de Ofidia, la ciudad inventada por el
autor. Esta novela negra la protagoniza
Justo, “el hombre que barre la mierda de Dios”, -reza una sentencia en las
primeras páginas- y ocurre en la Barcelona del casco antiguo, la cercana al
mar, la de las estrechas y oscuras calles repletas de turistas gourmets. Una
curiosidad, la foto de la portada, la que retrata a un barco situado en una
fachada de la calle Anisadeta es del mismo Carlos Bassas.
Justo Ledesma es
un viejo que se despierta cada vez más temprano sin más objetivo, en apariencia,
que callejear por su barrio como un alma en pena. “Ahora soy una carga para la sociedad, dicen. Un parásito. Una pensión
que podrían ahorrarse si tuviera a bien realizar el muy solidario acto de
quitarme de en medio.” Un viejo infeliz
y nostálgico al que no le gusta la gente y menos los cambios que ha
experimentado su ciudad. “Barcelona es
una ciudad pija. No la reconoce ni la madre que la parió”, sin duda él
prefiere la del pasado, la Barcelona pre olímpica de los toros y el boxeo.
En apariencia
digo, porque el protagonista de esta historia negra de venganza y muerte es
algo más. Su madre, una holandesa judía que vivió el horror nazi, le explicó
que es un elegido por Dios, uno de los 36 Justos con los que cuenta cada
generación para ayudar a mantener el equilibro entre el Bien y el Mal. Justo no
quiere decir forzosamente bueno, a él Dios le concedió el don de vislumbrar el
demonio que habita en algunos, y a eso ha consagrado su existencia, a utilizar
su propio demonio para aniquilar otros.
Muchas casualidades en esta reseña. Ya he leído alguna novela en la que se habla de esos "36 justos", pero no recuerdo cuál pudo ser.
ResponderEliminarTe leía y estaba recordando "Ya no quedan junglas..." y su personaje vengativo y anciano.
Queda más que apuntado, porque además solo conozco al autor de nombre y ya va siendo hora de profundizar. Los jóvenes (y no tan jóvenes) autores de novela negra nos dan muchas alegrías
Un beso.