Lorenzo Silva ha escogido el Campo de Gibraltar como escenario para situar
el último caso del tándem Bevilacqua- Chamorro, la pareja de guardias civiles que lleva ya dos
décadas en nuestras estanterías. Muchos casos resueltos y muchos kilómetros recorridos por estos policías que nos han mostrado la realidad social
a lo largo y ancho del territorio nacional. No será este el final del trayecto,
espero, ya que el remplazo generacional del subteniente Vila ya está a punto.
Esa es para mí la novedad – aunque ya se insinuaba en anteriores entregas- el hijo de Rubén Bevilacqua ha seguido sus
pasos, a pesar de la reticencia del padre, y se ha convertido en un guardia
civil. Una bala en la recámara de Lorenzo Silva, el hijo de su exitoso
personaje, listo para salir al ruedo. Un joven consagrado a la causa y lleno de
ilusión que contrasta claramente con nuestro protagonista, más pragmático y
descreído. El subteniente es ahora un hombre ya instalado en la cincuentena que
al verse reflejado en su heredero no puede evitar hacer un repaso a su biografía.
Sus reflexiones al respecto las conoceremos mientras se enfrenta, junto con
su equipo, a un caso que le lleva hasta el Estrecho. Un joven informático, con
algún que otro asunto turbio en su haber, ha sido víctima de un secuestro. La
familia se teme lo peor, ya que tras pagar el rescate exigido, el joven sigue
sin aparecer. Carretera y manta hacia Algeciras. El coche vuelve a ser ese
espacio privado donde las conversaciones entre la pareja de la benemérita adquieren
un tono íntimo y sincero, un tono que permite al lector captar los respectivos
estados de ánimo. Son mis momentos favoritos, sus diálogos inteligentes a
menudo revestidos de ironía, un recurso delicioso que nos permite disfrutar de
la complicidad tejida por los años, solo lamento que no haya más.
El caso que ha llevado al equipo de Madrid a prestar apoyo a los agentes
locales permite abordar asuntos que son de lamentable actualidad. Por una parte
el narcotráfico, cómodamente instalado, en la vida cotidiana de una sociedad
que no encuentra demasiadas alternativas para emplearse. El contrabando de
hachís, tabaco y demás sustancias, acaban siendo la salida “profesional” de
muchos jóvenes que ven en esta delincuencia limpia “no hay que ir por ahí asustando viejas, ni ponerle a nadie una navaja
en el cuello, ni entrar empuñando una pistola en una sucursal bancaria, que es
peligroso de cojones” , una forma de ganarse bien la vida. Bevilacqua y
compañía deberán bregar con la realidad de una zona que parece funcionar sin tapujos
al margen de la ley, un tema delicado con muchas aristas que la precariedad de
los recursos humanos y materiales no ayudan a solucionar.
Me encanta esta serie que llevo, como tú al día. Solo me falta este último. Veo que Silva sigue con su afán por llevarnos a todos los sitios de España y sus ámbitos de influencia (base en Afganistán la última vez) para mostrarnos distintas realidades de distintos lugares.
ResponderEliminarPobre Vila, no le ha quedado más remedio que ponerse al día con las nuevas tecnologías. Como a todos los que tenemos cierta edad por otra parte, aunque es cierto que algunos lo hemos hecho con más ganas que otros.
Un beso.