Aún no se ha cumplido un año que recordábamos el centenario del nacimiento
de Natalia Levi (Palermo 1916- Roma 1991) una de las figuras más relevantes de
la literatura italiana contemporánea. A Natalia Levi - Ginzburg cuando
adopta el apellido de su primer marido, Leone Ginzburg, editor y activista
antifascista en la Italia de Mussolini - le gustaba definirse como una escritora
pequeña, pero su obra de pequeña no tiene nada, y es que estamos ante una mujer
comprometida y valiente, una intelectual de primer orden que, inspirándose en
las emociones y en las pequeñas cosas, supo expresar con naturalidad y fluidez la esencia del siglo XX.
En los años ochenta decide entrar en política y se presenta a las
elecciones italianas como independiente en el Partido Comunista. Fue en esa
etapa de su vida cuando publica esta novela: "La Ciudad y la Casa"
(1984), su última obra que nos presenta la editorial Lumen.
La historia se articula alrededor de la correspondencia privada de un grupo
de amigos. Giuseppe, cansado de sufrir problemas económicos, decide emigrar a
América para instalarse con su hermano. La separación de los amigos y de la
familia obliga a intensificar una relación epistolar que ya era costumbre.
Hombres y mujeres se desnudan sin pudor dejando a la vista la vida privada de
la época. Son cartas breves y directas donde se mezclan asuntos cotidianos y
triviales con hechos desgraciados y confesiones muy íntimas.
La narración de la escritora es seca, directa. Lo explica todo con muy
poco. Ginzburg siempre escribía desde lo vivido, desde su memoria, te seducía al
hacerte cómplice de su intimidad. Aquí también seremos cómplices. Sí, resulta
fácil creer que las cartas intercambiadas también van dirigidas a ti. El lector acaba siendo uno más del grupo de amigos, y eso es porque los remitentes confiesan errores,
miedos y sentimientos que únicamente revelarían a los más íntimos.
A lo largo de la novela se exponen situaciones y escenas corrientes,
sencillas, mientras se tocan temas más complejos como por ejemplo; el
sentimiento de pertinencia, asociado aquí con la casa y los pequeños objetos
que la decoran. Lo expresa Giuseppe que ha vendido su casa de Roma al irse a
América y aún siente que su casa es la romana:" por eso continúo
moviéndome como un forastero entre estas paredes, si se me rompe una taza, me
siento culpable". O la familia, encarnada en esta novela fuera de todos los convencionalismos en la figura de Alberico, el hijo homosexual de Giuseppe que
plantea un nuevo modelo de convivencia.
Ginzburg se muestra transgresora, igual que el potente personaje
femenino de Lucrecia, una mujer intensa, de fácil enamoramiento, que sigue sus
impulsos amorosos sin ningún pudor, sin ningún reparo aunque sus decisiones acaben arrastrando a sus cinco hijos arriba y abajo.
Las reflexiones de la autora también se intercalan mientras se tocan temas como el
matrimonio, la amistad y les difíciles relaciones entre padres e hijos. Pensamientos que llenan
páginas que viajan, incansables, de un continente a otro mientras percibes como
el tiempo pasa y se acelera y todo se desvanece o cambia; la familia, la
sociedad e incluso, las amistades más sólidas.
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