Ya tenemos aquí la segunda entrega de Vernon Subutex, la trilogía iniciada en el 2015 por Virginie
Despentes en la que se nos presentaba a Vernon, un desclasado hombre de mediana
edad sumido en la ruina que trataba de sobrevivir en las calles de París. La
novela, mordaz e irreverente, enumeraba los males de la actual sociedad
francesa encarnándolos en los estrafalarios contactos de los que nuestro looser
– armado con su Facebook-echaba mano para evitar dormir en la intemperie los
primeros días.
Despentes nos dejó a un Subutex medio ido, avergonzado por su situación
aunque resignado a engrosar las filas de los vagabundos que habitan en los
parques parisinos. Lo había perdido todo; su tienda de discos, su piso y hasta
su orgullo. Ni siquiera conservaba las cintas en las que su amigo, el famoso
cantante Alex Bleach, colocado hasta las cejas, se desahogaba pocos días antes
de suicidarse. Recordemos que las cotizadas grabaciones eran la pesadilla del
todopoderoso productor de cine Dopalet, pues bien, en esta segunda entrega
entenderemos sus motivos, ya que nos serán desveladas en los primeros
capítulos.
La novela arranca con un Vernon enfermo y apático que empieza a crearse
hábitos en su nueva vida al aire libre. Se ha apalancado en el parque Buttes
Chaumont del distrito XIX, y allí sin más compañía que el frío, el mal olor que
desprende, y algún que otro paria como él, pasa los días escondido de los
vecinos. Subutex ya no existe, está
fuera del viejo sistema.
“su antigua identidad ya no le interesaba. Le
había resbalado por la espalda como un
abrigo viejo, pesado y engorroso. Quién había sido durante décadas ya no era cosa suya.”
Sin embargo, sus contactos le buscan, y empujados por su mala
conciencia, impulsan un grupo de
Whatsapp que bajo la etiqueta dondesehametidosubutex
pretende encontrar a nuestro hombre.
Pero algo ha cambiado en este libro, Subutex no es tan protagonista y en
cierto modo eso lo hace menos pesimista. Despentes se ha centrado más en esos
exagerados personajes que en algún momento se cruzaron con él en la primera
entrega. Como Emilie, la soltera desesperada que compartió escenario y banda de
rock con el joven Vernon; Pamela Kant la exuberante estrella porno; Xavier el
guionista racista amigo de la infancia, o Patrice, el alcohólico agresivo que
acogió a Vernon unos días. A estos se les sumarán más y es que Subutex es como
un imán. La vida en la calle no le ha restado ni un ápice a su carisma. Su
magnetismo, tras pasar por una ducha, se pone a trabajar y aunque él no lo
pretende, sus conocidos, una vez lo encuentren, no podrán dejarlo. Y es que
todos ellos, insignificantes por si solos, ciudadanos de segunda, perdedores,
infelices y carne de cañón, encuentran consuelo y sentido en la comunidad que
se está formando alrededor de su nuevo mesias; el DJ Subutex.
Lo que no ha cambiado es la crítica feroz a la sociedad francesa actual -
extrapolable a la de cualquier país vecino-
ni el estilo directo y descarado de esta polémica escritora. Despentes
no deja títere con cabeza, sus personajes - fuertemente estereotipados- se
despojan de remilgos y cargan contra la política y el Estado que les ha
estafado.
Contra la precariedad laboral de los jóvenes, contra la prensa complaciente
que se dedica a domesticar a la opinión pública, contra esa intolerancia –
alimentada- que va en aumento.
"Ahora, todo está
dispuesto para que los que no tienen nada se dediquen a querer matar a los que tienen todavía menos,
animados por las élites, que están encantadas. Vamos,
pobres idiotas, mataos entre vosotros."
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