Es la primera vez que leo una novela del escritor francés más relevante de la literatura francesa de la primera mitad del siglo XIX y lo he hecho con su primer superventas: Eugenia Grandet, una novela que se publica íntegramente en 1834 aunque su primera aparición pública, fue en el semanario de “L’Europe Litteraire.”
La obra se integra en un proyecto que el autor llamó: “La Comedia Humana”, un plan iniciado en el 1833 y que aglutinó 85 novelas, algunos relatos y también ensayos, además de unas 20 obras inacabadas. Todo este compendio supone un retrato de la sociedad francesa de su época, esto es desde la caída de Napoleón hasta la Restauración.
La avaricia es el rasgo
principal reflejado en esta historia que transcurre en una villa de
provincias francesa; Saumur. Destaco la ubicación porque es importante en la
novela esta dicotomía entre la forma de vida sin artificios de los habitantes
de las provincias, caracterizados en general, como gente noble y sin dobleces, con
la banalidad y la hipocresía de la sociedad parisina.
La familia Grandet es propietaria
de casi todo Saumur y el patriarca; Felix Grandet, un sencillo tonelero que
consiguió enriquecerse durante la Revolución Francesa, es ahora un acomodado
viticultor que disfruta admirando su fortuna, mientras maquina por las noches
formas de negocio para hacerla aumentar. El tío Grandet, como algunos le
conocen, vive con su mujer y su única hija; Eugenia, la cotizada heredera, y lo
hacen en una casa silenciosa y fría en la que se respira el ambiente de un
claustro, ya que la austeridad es la máxima del ávaro.
“Los avaros no creen en la
vida futura, el presente lo es todo para ellos. Esta reflexión da una horrible
claridad sobre la época actual […]en que el dinero domina a las leyes, a la
política y a las costumbres”. Balzac nos explica en esta frase, cual es el
live motive de la sociedad que dibuja, y no es otro que el dinero; el motor de
todo.
El escritor realista se dedica a observar la sociedad para después analizarla y plasmar en sus obras cuales son los males que la aquejan y aquí es testigo del cambio de mentalidad que se está produciendo en unos individuos que quieren disfrutar de la vida terrenal y no fiar su felicidad a la vida celestial; es la emancipación del individuo: “todo conspira a minar la creencia en una vida futura, sobre la cual se apoya el edificio social desde hace más de 1800 años”.
Pero volvamos a Saumur, donde las
mujeres Grandet, ajenas a los negocios del amo de la casa, son esclavas de una
estricta rutina que las confina en esa casa melancólica de la que salen para
asistir a misa y poco más. Pero algo está a punto de cambiar, un soplo de aire
fresco llega desde Paris encarnado en un joven pariente que despierta a Eugenia
y la transforma. Ella que a sus 23 años recién cumplidos es la imagen de la
inocencia, la bondad y la sinceridad, impacta a Carlos Grandet; el altivo primo
llegado de la capital, cargado con todo el oropel con el que convive a diario.
Llega mirando por encima del hombro a sus parientes, que intuye pobres tras la
inspección del entorno, y dispuesto a enseñarles como es la vida de ciudad.
Pero la desgracia entra
bruscamente en la vida del joven en forma de bancarrota y es entonces cuando
puede apreciar la grandeza de Eugenia:” Carlos no era ya aquel rico y
hermoso joven colocado en una esfera inabordable para ella, sino un pariente
sumergido en una espantosa miseria. La miseria engendra la igualdad.” Sin
duda aquí se hace referencia a una aristocracia arruinada que se ve obligada
a bajar de su pedestal de superioridad, para emparentarse con una burguesía
pujante para poder pagar sus deudas y seguir manteniendo su estilo de vida.
El dinero es el motor de todo,
como decíamos, y será la búsqueda de fortuna la motivación para que Carlos
emprenda la aventura de irse a las Indias para intentar restaurar el prestigio
de la familia Grandet de París. Carlos se va, pero Eugenia se queda. Balzac, conocedor
del alma humana sabe que la pena será mayor en ella.
“En toda situación las mujeres
tienen más motivos de dolor que el hombre, y sufren más que él. El hombre tiene
su fuerza y el ejercicio de su poderío: se agita, va, se ocupa, piensa abraza
el porvenir y haya en él consuelos. Pero la mujer se queda: queda cara a cara
con el pesar de que nada la distrae.” La mujer, confinada a la vida
interior es sujeto pasivo, el hombre dueño de la espera pública es acción.
La vida de Eugenia se pone en
pausa otra vez, pero ya nada vuelve a ser como antes porque ella ahora es otra,
porque es el amor y no el dinero el verdadero motor de la vida de Eugenia. El
amor ha entrado en la casa de Saumur y ha trastocado los planes del avaro que veía
en la joven heredera un tesoro, una buena baza para incrementar sus rentas mediante
un conveniente matrimonio con algún miembro influyente de la sociedad francesa.
Os dejo con la incógnita de si
los amantes volverán a encontrarse, si serán felices, si serán ricos o pobres.
Os dejo con la incógnita de averiguar si el padre que se siente traicionado por
el pariente acogido perdonará a la hija y aceptará la relación, y os dejo sobre
todo con otra de las grandes reflexiones que Balzac va desperdigando por esta
obra que no llega a las 200 páginas.
"La adulación no emana
jamás de las grandes almas, es el alimento de los espíritus pequeños, que
consiguen empequeñecerse aún más para entrar en la esfera vital de la persona a
cuyo alrededor gravitan."
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